Bienvenido, bienvenida a Rodobo, un boletín quincenal que explora la relación entre el diseño de producto, la experimentación, analítica y las empresas.
Cocinar es una de las actividades que he descubierto en los últimos años que me relaja bastante, y que me ayuda a desconectar. No lo hago muy a menudo pero cuando lo hago, siempre termino encontrando paralelismos con otros ámbitos.
Porque al igual que cuando defines un problema, investigas y pones en práctica la solución, en cocina, seguir un proceso es fundamental para el resultado final. Y como en cualquier ámbito, entender un problema no te garantiza el resultado si no tienes un buen proceso y la actitud adecuada.
Mismo proceso, diferente resultado
Imaginemos que queremos hacer una lubina al horno, ese es tu objetivo. Quieres una lubina tierna, jugosa y bien dorada, que al sacarla del horno se note que se ha cocinado perfectamente. Ahora bien, para conseguirla, no basta con quererlo sino que necesitas un proceso.
Hay muchas formas de hacerlo. Al horno, a baja temperatura, con una guarnición de patatas, con verdura, con marinados previos, con distintas combinaciones de especias, con diferentes técnicas de cocción. Cada uno de estos caminos dará como resultado un plato diferente, con variaciones de sabor, textura y presentación.
Si sigues el proceso adecuado, conseguirás un buen plato. Si por el contrario, te desvías en algún punto como por ejemplo si no dejas el tiempo de reposo suficiente o si no controlas bien la temperatura del horno, el resultado será distinto. Puede seguir siendo lubina al horno, pero quizás no es la que esperabas.
Más aún incluso siguiendo la receta paso a paso, es imposible cocinar dos platos idénticos. Siempre habrá diferencias. Y son estas variaciones lo que podrían marcar una diferencia sustancial en el resultado final.
La variabilidad en los detalles
Si ponemos a dos personas a cocinar el mismo plato siguiendo exactamente la misma receta, podemos obtener dos resultados distintos. Uno puede ser excepcional y el otro puede ser mediocre. Incluso puede ser que ambos sean muy buenos, aunque con matices distintos.
Lo mismo ocurre cuando empiezas un proceso de investigación. La interpretación del dato, la forma en la que moderas una entrevista con usuarios, el cómo planteas una encuesta, puede darte un resultado distinto. Aunque sigas el mismo proceso.
Y es que puede haber, volviendo al ejemplo de la cocina, diferencias según la habilidad del cocinero, pero imaginemos que ambos tienen el mismo nivel de experiencia. Si los ingredientes y las herramientas de trabajo son las mismas, ¿por qué el resultado no es el mismo?
No es el mismo por los detalles que aunque parezcan insignificantes en primera instancia, afectan el resultado. La intensidad del calor en el momento del horneado, la forma en la que se han impregnado las especias en el pescado, el tipo de sal utilizada, e incluso el tiempo de reposo antes de servirlo.
Lo mismo ocurre en producto cuando estás analizando unos datos. La atención al detalle, las preguntas que te hagas para interpretarlos, la forma en la que sintetizas los aprendizajes, puede dar resultados distintos. En este sentido, los cocineros más experimentados no siguen recetas al pie de la letra sino que son capaces de ajustar en función de lo que observan. Como una buena investigación cuando se descubre un aprendizaje con el que no contábamos.
Esos detalles, invisibles para la mayoría de personas, son los que separan un plato correcto de uno inolvidable, como los que separan un producto correcto de uno que es capaz de marcar tendencia.
La actitud como parte importante del proceso
Más allá de la técnica y el seguimiento del proceso, hay algo más que influye en el resultado final, y es la actitud con la que nos enfrentamos a ello.
Y es que, siguiendo con el ejemplo de la cocina, seguro que conoces la expresión “cocina de la abuela”. Hecha con cariño y paciencia, asociamos esa expresión a un sabor especial que no encontramos en la cocina industrial, porque aún siguiendo el proceso, no es solamente una cuestión de ingredientes sino de la actitud y dedicación que se pone en cada paso.
Esa actitud influye en el proceso de una forma en la que no siempre somos conscientes. Cuando una persona hace algo con atención y dedicación, presta más atención a los detalles, ajusta el tiempo de forma intuitiva y tiene más paciencia en los momentos clave del proceso.
En proyectos de consultoría, de agencia, el tiempo es un estresor que no podemos controlar porque normalmente viene marcado y estimado según el problema que intentamos resolver, aún sin conocerlo del todo, pero es que cuando se trabaja con ello, con esa prisa, el resultado suele notarse.
Y es por ello por lo que hay que definir un marco de tiempo amplio sobre el que trabajar, porque de todos los aprendizajes que me deja la cocina es que si haces algo con atención, compromiso y motivación, los resultados serán mejores que si lo haces de forma automática, incluso si sigues exactamente los mismos pasos.
Más allá del proceso
Porque todo lo que aprendo cuando sigo una receta, cuando voy observando el resultado, cuando abro el horno y me pregunto “¿estará ya hecho por dentro?”, aplica inevitablemente a cualquier ámbito.
En producto, desde un punto de vista puramente técnico, el proceso parece claro. Hay que definir el problema, después investigar, analizar para definir que es lo que se debe diseñar, para cuando todo esté claro, empezar con el desarrollo. Y es que, si seguimos el proceso de forma estrictamente mecánica sin pasión, sin cuestionarnos lo que hacemos, lo más probable es que sea funcional, pero que no tenga carácter ni diferenciación. Será otro producto más en el mercado.
Pero cuando el equipo tiene una actitud diferente, cada paso del proceso se transforma en una oportunidad para anticipar el riesgo, para preocuparnos por la experiencia. Porque no se trata solo de seguir el proceso, sino de entender la esencia de lo que se está creando.
Como siempre, un par de conclusiones
La conclusión de todo esto es que la actitud hacia el proceso tiene un impacto significativo en el resultado y le da "sabor". Mientras que el proceso es un camino de pasos conscientes, cualquier alteración en él genera un resultado diferente.
Por lo tanto, no descuides el proceso ni la actitud con la que lo llevas a cabo, porque al final, esto es lo que hará que lo que estás haciendo tenga éxito o no. Y como citaba antes, este principio no se aplica solamente a la cocina, que al final es un ejemplo, sino a cualquier industria o actividad.
El proceso es una parte clave de cualquier cosa que hagas, elígelo bien, pero recuerda que no te dará el resultado que quieres sin una actitud adecuada.
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Nada más, por ahora, nos leemos en 15 días, y nos escuchamos ahora, en el nuevo episodio del podcast que tienes aquí abajo.
Gracias.
Nuevo episodio en el podcast
Con Adrián Mediavilla, Co-fundador de Granpaso, consultora de investigación de mercado y estrategia de marca. Entre otros temas hablamos de:
Métodos para distinguir señales débiles reales de anomalías y como convertirlas en oportunidades estratégicas
Equilibrio entre investigación cuantitativa y cualitativa
El impacto del sesgo cultural en la interpretación de datos
El papel de la intuición en la toma de decisiones estratégicas
Riesgos de estrategias rígidas en entornos de alta incertidumbre
Involucrar a stakeholders clave en la fase de investigación
Cómo comunicar resultados e insights sin generar escepticismo o confusión
Factores culturales en la narrativa de marca y comunicación estratégica
Métricas para evaluar la solidez de un insight o de una señal débil antes de convertirla en estrategia
Muchas gracias por tu tiempo, Adrián.
Te dejo el episodio aquí abajo y en este enlace.
Lo que he leído y escuchado estas semanas
Una frase
The true test of intelligence is not how much we know how to do, but how to behave when we don’t know what to do. John Holt