Bienvenido, bienvenida a Rodobo, un boletín quincenal que explora cómo mejorar la forma en la que trabajamos, decidimos y colaboramos. Soy Juan Rodríguez Talavera y trabajo en la intersección entre analítica digital, CRO, estrategia de producto y experiencia de usuario.
Ya estamos de nuevo de vuelta después de los meses de julio y agosto. He podido desconectar, descansar y volver con la cabeza más clara. Y en ese descanso veraniego, al volver la semana pasada, he recuperado una idea a la que llegué hace años y que había dejado un poco olvidada. Una frase sencilla que me ayuda cuando pienso en dar respuesta a “¿cómo crecer de forma sana sin quemarnos?”.
Callos y la incomodidad necesaria
Cuando empecé a pensar en cómo crecer profesionalmente, una de las preguntas en las que más pensaba era la relacionada a cómo encontrar ese equilibrio entre la comodidad y la exigencia. Y aunque al principio lo pensaba para mí, pronto empecé a pensarlo también para los equipos con los que trabajaba. En ese momento estábamos en plena pandemia del COVID-19, estaba empezando a trabajar habitualmente desde casa y veía cómo muchas dinámicas de mejora confundían crecer con una presión constante.
Con el tiempo empecé a buscar una idea sencilla que me sirviera para marcar límites y crecer sin quemarme. Algo que me recordase que el crecimiento no tiene por qué doler sino incomodar. Algo que me ayudase a distinguir entre presión e impulso. Y entonces di con una frase que a día de hoy, años más tarde, me sigue acompañando. La suficiente incomodidad.
Llegué a ella leyendo sobre cómo aprender a tocar la guitarra. En la pandemia, con más tiempo disponible en casa, leí que la clave no está en tocar más fuerte, ni en repetir sin parar, sino que está en repetir con atención, afinar el gesto y escuchar el error sin frustrarse. Y sobre todo, tocar al límite de la incomodidad, pero no del dolor. Porque ahí es donde se gana precisión, donde el cuerpo aprende y se construye de verdad el hábito.
Y si no, piensa en los callos que se te quedan en los dedos cuando estás aprendiendo. Se dice que es mejor tener las yemas de los dedos endurecidas para que no tengas que dejar de practicar solo porque te duelan. Esa zona intermedia, incómoda pero segura, es donde se produce el crecimiento, donde se afina la técnica y donde uno se vuelve más capaz. Y esa misma lógica, pensé, que podría servir para otras disciplinas y entornos.
Comodidad y presión
Muchos equipos funcionan en modo seguro, hacen bien lo que ya saben hacer, cumplen. No fallan ni arriesgan demasiado. Y eso está bien durante un periodo, pero con el tiempo se nota. Se nota en la motivación, en la energía, en la sensación de rutina.
No digo que trabajar desde la comodidad continua sea malo sino que termina generando estancamiento. Y cuando algo se estanca demasiado, después cuesta el doble hacer cualquier otra tarea. Por eso conviene incomodar, aunque sea un poco. No con más carga ni con más horas sino con mejores preguntas, con retos nuevos, con responsabilidades compartidas, con espacios en los que no esté todo resuelto.
Pero claro, lo contrario es muchísimo más peligroso. Hay equipos que viven en una tensión constante, que funcionan en base a urgencias, lanzamientos, fuegos y jornadas eternas. Equipos en los que la carrera no ha empezado y ya van últimos. Equipos que confunden compromiso con sacrificio. Y eso tampoco significa crecer. Eso significa desgaste.
Porque cuando estás constantemente al límite, no aprendes, solo sobrevives. En mi caso, por poner otro ejemplo, esto último lo aprendí intentando hacer crecer masa muscular, la presión constante no construye músculo, lo agota, y al final lo que parece estar alineado es, en verdad, un agotamiento en silencio. Por eso para hacer crecer músculo, necesitas un peso más, lo suficientemente incómodo como para poder y que, al mismo tiempo, te cueste levantarlo.
El punto justo
Por eso me gusta tanto esta idea. La suficiente incomodidad. La había abandonado en los últimos años y la he recuperado este verano, celebrando todo lo que he hecho hasta el día de hoy.
Porque ese punto justo es en el que algo te exige, pero no te quema, donde el reto es real, pero no te supera, donde sientes que te estás estirando, pero sigues tocando suelo. Y ahí aparece algo muy parecido al “flow” que Mihaly Csikszentmihalyi describe en su libro. Un espacio en el que estás concentrado, motivado, haciendo lo que sabes hacer pero también llevando eso un poco más lejos. Lo justo para aprender, lo justo para crecer.
Lo que he intentado, e intento hacer cada vez más, es ayudar a quien trabaja conmigo a estar en ese punto. Y a veces eso implica decir “esto tenemos que dejarlo fuera”, y otras implica empujar para que alguien asuma algo nuevo. O simplemente ponerle nombre a esa incomodidad que sentimos cuando estamos haciendo algo difícil pero no imposible.
El concepto de “desaprender” para crecer
Aquí ha entrado para mí uno de los conceptos sobre los que he escrito mucho durante los últimos años, desaprender. Como el ejemplo que mencionaba de los callos en los dedos al aprender a tocar la guitarra. Al principio duele, el instinto dice que pares, que no estás hecho para eso. Pero si sigues, con constancia, el cuerpo se adapta y lo que al principio era incomodidad se convierte en capacidad. Y no se trata de forzar hasta el límite, sino de encontrar ese punto donde las yemas de los dedos se endurecen sin romperse. Donde uno aprende, no por insistir, sino por hacerlo con intención.
Así pasa también con nuestra forma de trabajar. Hay ideas que en algún momento nos sirvieron, pero que ya no ayudan. Esa tendencia a sobre-esforzarse, esa necesidad de tenerlo todo resuelto, y esa manía de llenar cada hueco con más trabajo. Cosas que confundimos con compromiso, pero que muchas veces solo esconden miedo o falta de dirección.
Los equipos también arrastran hábitos que conviene revisar. Porque crecer no es repetir lo mismo con más fuerza. Es cuestionar lo aprendido, ajustar y atreverse a probar otra forma. Y a veces, eso empieza por aceptar que algo ya no funciona, aunque nos haya funcionado antes. Y abrir espacio para algo nuevo.
El podcast
No hay nuevo episodio en esta edición de la newsletter.
Estoy planificando nuevas conversaciones que pronto compartiré, pero mientras tanto ya hay 85 episodios publicados en Spotify. Te dejo aquí los cinco más recientes, empezando por el último:
Muy variados, ¿verdad? Espero que te gusten.
Lo que he leído y escuchado durante vacaciones
Una frase
The illiterate of the twenty-first century will not be those who cannot read and write, but those who cannot learn, unlearn, and relearn. Alvin Toffler
Qué bueno leerte Juan!! Muchas gracias por compartirlo. Saludos desde Paraguay