Darse oportunidades
Puedes tener muy claras tus motivaciones y, aun así, descubrir que la realidad te devuelve otra historia cuando la experimentas en primera persona.
Bienvenido, bienvenida a Rodobo, un boletín quincenal que explora cómo mejorar la forma en la que trabajamos, decidimos y colaboramos. Soy Juan Rodríguez Talavera y trabajo en la intersección entre analítica digital, CRO, estrategia de producto y experiencia de usuario.
Esta será la última edición del año. Volveré en enero, seguramente la segunda semana. Aunque disfruto mucho escribiendo y podría dejar algunas ediciones programadas, necesito parar un momento, coger aire y ordenar los borradores que tengo entre manos.
Y como cierre, quería hablar de algo que llevo tiempo dándole vueltas, darnos oportunidades, pero mirándolo desde las expectativas, desde esa idea de que todos los comienzos cuestan y aun así tiene sentido dejarnos un margen para ver qué nos llena de verdad. Porque, si el trabajo ocupa tanto espacio en nuestras vidas, lo mínimo es intentar sentirnos bien, sentir que lo que hacemos tiene sentido para nosotros.
A veces creemos saber qué nos hará sentir llenos. Una empresa que parece hecha a medida, un rol que imaginamos perfecto, una estabilidad idealizada. Pero cuando lo vives desde dentro, descubres que nada es tan lineal. Lo que encajaba en tu cabeza cambia al ponerlo en práctica. Y nadie te prepara para esa sensación de que algo que te sostenía ayer puede dejar de hacerlo hoy.
Durante mucho tiempo pensé que lo importante era acertar, tomar decisiones que duraran años. Que si elegía bien, todo lo demás se alinearía. Pero la realidad es más sencilla y más compleja al mismo tiempo. He dejado proyectos en los que pensé quedarme mucho tiempo, no por impulsividad, sino porque lo que antes tenía sentido dejó de tenerlo. A veces sin un motivo evidente, simplemente porque al probar descubres que no es tu sitio. Y creo que eso no es un error, sino parte del aprendizaje.
Puedes pasarte meses analizando lo que quieres, pero hasta que no lo vives, no lo sabes. Y quizá eso sea de lo más valioso que me ha enseñado el día a día en el trabajo. Así que vamos a ello.
Aprender haciendo
Nos pasamos la vida intentando prever si algo nos llenará antes incluso de vivirlo. Planificamos, comparamos, analizamos. Pero la única respuesta aparece cuando pruebas. Da igual si hablamos de trabajo o de cualquier otra cosa. Puedes tener muy claras tus motivaciones y, aun así, descubrir que la realidad te devuelve otra historia cuando la experimentas en primera persona.
Siempre me ha llamado la atención lo poco que aplicamos al desarrollo personal lo que aplicamos al trabajo. En analítica, diseño o producto repetimos la misma idea, probar, aprender, ajustar. Pero cuando se trata de decisiones personales, buscamos certezas. Nos cuesta asumir que el aprendizaje está precisamente en aquello que no sucede como esperábamos. Y es ahí donde realmente entiendes qué encaja y qué no.
Probar no es improvisar ni caminar sin rumbo. Es dar pasos intencionados para conocer, para moverte hacia aquello que podría tener sentido. Es observar cómo te sientes mientras lo haces. A veces, lo que creías que era un objetivo resulta ser solo una etapa. Y no pasa nada, no tienes por qué quedarte en un sitio donde ya no sientes curiosidad.
Si hace diez años me dicen que iba a encontrar lo que disfruto trabajando en diseño de servicios, organizaciones, procesos y cultura de equipo, no lo habría imaginado. Pero ha sido un recorrido hecho de pruebas, de mezclar disciplinas y, como conté en la conversación con Marta Factor en el podcast, de confiar en que, si soy capaz de ver un problema, también puedo ser parte de la solución.
Evitar comparaciones, centrarte en hacer
Una parte importante de este aprendizaje ha sido darme cuenta de que llega un momento en el que las comparaciones dejan de servir. Lo que otros hacen o consiguen pierde relevancia porque tú estás en otro lugar, ni mejor ni peor, simplemente el tuyo. Ese cambio parece pequeño desde fuera, pero por dentro lo mueve todo. Ahí es donde empiezas a decidir desde ti, no desde lo que se espera que quieras.
Lo noté la primera vez que dije que no a algo que desde fuera parecía una buena oportunidad. No lo racionalicé demasiado, fue más una intuición. Y entendí que no tenía que justificarlo. Lo que antes habría interpretado como un paso atrás era, en realidad, algo que necesitaba hacer.
Creo que cuando trabajas en algo que te encaja, dejas de mirar alrededor para ver si avanzas al ritmo de los demás y empiezas a mirar tu propio camino. Y ese cambio, muchas veces, llega cuando te das cuenta de que confundimos éxito con plenitud más de lo que pensamos. Imaginamos que alcanzar ciertos hitos profesionales resolverá esa sensación de fondo, pero la experiencia demuestra que no es así. La búsqueda de seguridad puede dejarnos quietos más tiempo del necesario.
Con los años he visto que no necesitamos certezas para avanzar, solo prestar atención, reconocer cuándo algo deja de tener sentido y ajustar. No hay caminos definitivos, hay caminos que ahora encajan y que quizá dentro de un tiempo no lo hagan. Entenderlo así aligera mucho porque te recuerda que lo importante no es acertar, sino moverte, aprender algo nuevo, aportar, equivocarte, volver a empezar. El movimiento te da perspectiva, información y contexto.
Y además nos adaptamos mucho más rápido de lo que pensamos. Por eso creo que, más que perseguir una idea abstracta de bienestar, necesitamos proyectos que nos despierten curiosidad. Curiosidad por entender, por probar, por mejorar. Esa curiosidad sostiene mucho más de lo que imaginamos.
Las decisiones también se viven
Nos enseñan que una decisión importante debe ser racional, pensada, coherente, pero muchas veces esa supuesta coherencia es solo una forma de nombrar el miedo al cambio. Nos cuesta aceptar que lo que hoy nos mueve puede no hacerlo dentro de un tiempo, y por eso nos aferramos a decisiones antiguas aunque ya no tengan que ver con lo que somos ahora.
Lo he visto muchas veces. Personas que se sienten atrapadas en su rol, en su empresa o en su sector, pero siguen ahí porque “tiene sentido”, porque “ya he invertido demasiado”, porque “no puedo empezar desde otro sitio”. Pero en realidad nadie empieza de cero. Todo lo que has hecho va contigo, solo cambia el contexto donde lo aplicas. El problema no es cambiar de dirección, el problema es no darte permiso para explorar otras direcciones posibles cuando tienes margen para hacerlo.
Al final, lo que nos hace avanzar no es confirmar nuestras creencias, sino descubrir que no eran tan firmes como pensábamos. Cada vez que una experiencia contradice tu expectativa, aprendes algo sobre ti. Si quieres saber si te gustará enseñar, prueba a enseñar. Si te atrae el diseño, participa en un proyecto pequeño y observa cómo te sientes. Si te ronda la idea de emprender, colabora en algo puntual antes de hacer un giro completo. No hay un plan definitivo, solo una secuencia de experimentos.
Y cuando algo no sale como imaginabas, no es un error, es información. Y con esa información, la siguiente decisión será mejor. Lo he dicho en otros textos, avanzar no consiste en evitar riesgos, sino en moverte con lo que sabes, entendiendo que lo importante no es acertar, sino aprender más rápido.
Un par de conclusiones
Durante mucho tiempo busqué decisiones que me dieran seguridad, lugares donde todo fuese estable y predecible. Con el tiempo entendí que esa búsqueda tenía más que ver con protegerme que con avanzar hacia algo que me llenara.
El aprendizaje está en ver que no se trata de encontrar el sitio perfecto, ni el proyecto perfecto, ni el contexto ideal, sino en desarrollar la capacidad de adaptarte, observar y ajustar. No necesitamos tenerlo todo claro para movernos. Lo iremos descubriendo mientras caminamos. Y aunque te equivoques sobre lo que imaginabas que te haría sentir pleno, cada paso te acerca a una versión más honesta de ti. Esto vale para trabajos, para proyectos profesionales o personales y, en realidad, para cualquier decisión del día a día.
Un cierre para dar las gracias y seguir
Quería cerrar el año dando las gracias. Gracias por leer, por responder, por compartir conversaciones que han hecho que esta newsletter tenga sentido. Ha sido un año de mucho aprendizaje, de revisar ideas, de moverme y de entender mejor qué es lo que quiero.
Ojalá estos textos te hayan acompañado de alguna forma, aunque sea mínima. Yo seguiré escribiendo con la misma intención de siempre, observar, entender y compartir lo que voy aprendiendo por el camino.
Te deseo un buen final de año y un comienzo todavía mejor. Que el próximo año llegue con proyectos que te despierten curiosidad y con la calma necesaria para escucharte y decidir desde ahí. Nos vemos en enero.
Te dejo con el podcast.
El podcast
Con Arnau Vendrell, fundador de iSocialWeb, Growwer y Vuela.AI, entre otras empresas y proyectos.
Me gusta mucho la forma en la que Arnau entiende el CRO como algo más que una disciplina técnica. Por eso hablamos de experimentación, estrategia y cultura del dato, pero sobre todo, de cómo las empresas pueden aprender a decidir mejor.
Fue una charla que te hace repensar lo que dabas por hecho, porque más que hablar de tests, que lo hacemos, también hablamos de decisiones.
Las distintas formas de entender el CRO
Dónde está el límite entre optimizar y manipular
Qué hacer cuando los datos contradicen la intuición
El peligro de optimizar sin transformar nada importante
Qué enseñan los tests que no ganan
Cómo gestionar un test positivo que el negocio no quiere aplicar
El papel del CRO en empresas con estructuras complejas
Cómo educar a un cliente sin perderlo
Gracias por la conversación, Arnau. Fue un placer compartirla contigo.
Puedes escucharla aquí abajo o haciendo clic en este enlace.
Algunos artículos y vídeos
Una frase
It is a common experience that a problem difficult at night is resolved in the morning after the committee of sleep has worked on it. John Steinbeck

