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Hay cosas que no pensaste que deberías volver a aprender a medida que te haces adulto. Una de ellas es aprender a decir que no. Las personas deberíamos ser buenas diciendo que no, pero no lo somos.
Decir “no”, especialmente en entornos de trabajo, es complicado. En ocasiones porque no tenemos la autoridad suficiente. En otras, porque es concebido como un fracaso, como si no fuésemos la persona que esperan que seamos, la que siempre está para ayudar.
En la edición anterior escribí sobre la importancia de ser un ejemplo para los demás, así que en esta ocasión, a pesar de que decir “no” es saludable y necesario, escribiré sobre cómo decirlo y por qué nos cuesta tanto hacerlo.
Decir “no” va de priorizar
He dicho “no” muchas veces este año y eso no significa que no esté dispuesto a ayudar.
Y es que aunque lo haya dicho muchas veces este año, me sigue costando mucho hacerlo, especialmente cuando guardo un vínculo de admiración con la persona a la que se lo digo. Y aún así, lo hago porque siento que al hacerlo estoy diciendo que “no” a una sola cosa y “sí” a otras muchas.
Durante todo este tiempo he aprendido que decir “no” apenas tiene que ver con equipos jerárquicos o con falta de confianza sino más bien con la forma en la que nos relacionamos y con el respeto que tenemos a la parte que recibe el “no”.
La forma que estoy aprendiendo es reconocer que el “sí-no” es un espectro, y el mejor ”no” deja a quien pregunta con la sensación de haber recibido un ”sí”.
Me explico, pero antes, déjame desarrollar un poco más a lo que me refiero con aquello de que decir “no” duele.
El dolor del “no”
Si crees que es difícil decir “no”, intenta escucharlo. Cuando alguien te pide ayuda, esa persona se está exponiendo y cuando dices que no, aunque no sea tu intención, estás creando una disonancia cognitiva.
La disonancia cognitiva es el estrés que se produce al encontrarse con algo que contradice tus creencias. Es decir, crees que al pedirle un favor a una persona, esa persona te va a decir sí, que te va a ayudar en todo lo que sea necesario. Porque ya tienes ese estándar de cómo debería ser la respuesta.
Es más si quien interpreta el no como un tipo de rechazo social. Hay estudios que demuestran que nuestra respuesta neurológica puede ser la misma que cuando sentimos dolor físico. Por eso hay que entender cómo decirlo.
Razones por las que decir “no”
Durante este tiempo he aprendido que la primera barrera para decir “no” es eliminar el miedo que produce tener que decirlo. Y todo pasa porque la razón para entender lo difícil que puede ser escuchar un “no”, es enfatizar lo importante que es aprender a hacerlo bien.
De hecho, hay un libro de Steven Hopkins en el que se explica que la forma de hacerlo es estableciendo límites para no sentirte culpable. Cuando me propuse decir “no” a muchas propuestas, lo primero que aprendí fue precisamente establecer límites y encontrar motivos por los cuales tenía que aprender a hacerlo.
Uno de esos motivos fue por impacto. Antes mencionaba que es una cuestión de priorizar. Y es cierto, decir “no” a algunas cosas es una de tantas formas de trabajar en las demás, de priorizar, de dedicarnos a lo que consideramos más importante en ese momento, como también a empezar la conversación sobre por qué es importante. Y esto ocurre porque normalmente no somos conscientes del tiempo que lleva cada una de las tareas que hacemos en el momento en el que decimos que si.
También por agotamiento. Trabajar hasta el agotamiento por decir “si” a propuestas, tareas, entregas como a proyectos fuera de la jornada laboral. Y creo que en este sentido, después de haber trabajado hasta estar mentalmente agotado, todos merecemos poder gestionar nuestra propia carga de trabajo. Y que contrariamente a lo que se pueda pensar, aprender a gestionar es un signo de liderazgo fuerte.
Con esto no quiero decir que siempre tengas que decir “no” sino que de manera constante, aprender a decir que no, ayuda a no agotarnos ni a abarcar demasiado. Tampoco escribo para que saques la conclusión de que debes enfrentarte a cada propuesta como si fueses un muro de ladrillo. No me refiero a eso, como tampoco a pensar que eres más inteligente por realizar cada propuesta que se te presente. En realidad, para tener control, casi nunca deberías empezar con un no.
Deberías empezar animando, participando y mostrando interés y apoyo. Decir sí o no, no suele ser una dicotomía, sino un espectro. Depende de muchas variables tomar una decisión sobre en qué parte del espectro te situarás, teniendo en cuenta las necesidades de la otra persona, las tuyas y el contexto.
Aprendiendo a decir “no”
Hay varias formas de decir “no” que funcionan en cualquier situación. La estrategia más común es decir sí a la necesidad, pero no a la petición.
A mí personalmente me ha funcionado porque soy una persona que tiende a sentir culpabilidad cuando no ayuda a otras personas. Por eso he tendido en ocasiones a ayudar en la necesidad pero no en la petición.
Todo empieza preguntando
Y creo que todo empieza, como casi siempre, preguntando. Pero no preguntas críticas ni escépticas, sino preguntas abiertas del tipo "cuéntame más sobre ese tema". El objetivo es hacer que la persona hable, y que tu puedas escucharla. En concreto, quieres saber por qué te está pidiendo ayuda. Esto es complicado, pero lo necesitas para comprender la situación.
Por ejemplo, imaginemos que te piden un proyecto de investigación de rápida ejecución que, en un principio, no tiene sentido. No obstante, una vez que has hecho algunas preguntas, encuentras una forma de incorporarlo a un proyecto existente. Acuerdas un análisis rápido de un estudio anterior para satisfacer una necesidad urgente. No es lo que te han pedido, pero darás la sensación de que sí.
Otro ejemplo es cuando te piden algún cambio específico. Ya has trabajado en cambios muy parecidos antes por lo que te resistes hacerlo de nuevo. Nuevamente, preguntando descubres el origen de la petición, que imaginemos que es por lo que van a valorar a una persona concreta del equipo de cliente. Decides hacerlo rápido porque tienes la oportunidad de entablar una relación y porque eso te lleva a dar la sensación de sí.
A veces es cuestión de recursos
Por otro lado, hay ocasiones en las que se necesitan recursos. Por ejemplo, nadie escavaría con las manos un hoyo en un descampado de tierra. Mejor dicho, pocas personas lo harían y depende de la situación, pero el caso es que no pedirías una taladradora si lo que vas a hacer es un hoyo que puedes fácilmente hacerlo con una pala, ¿verdad?
Aquí la forma es no decir no en absoluto, sino decir sí con una lista de recursos que sea razonable. “Me gustaría pero hablemos de lo que necesitamos para poder empezar”. Y lo haces porque es probable que en cualquier trabajo necesites contexto, datos, reuniones de entendimiento, etc.
Aunque aquí hay que tener cuidado de que esta petición no sea vista como una exigencia. Ya sé que en un mundo ideal toda petición viene con sus recursos, pero no es realista en la mayoría de ocasiones. En growth, por ejemplo, hay veces en las que hay que hacer lo que mejor puedas con lo que se tiene, con los menos recursos posibles.
Lo he comentado en otras ediciones, es preferible hacer y adaptarte a las circunstancias que paralizar un proyecto por esperar a que lleguen los recursos necesarios, porque es posible que nunca lleguen.
Pero es bien distinto a definir un conjunto de recursos que son necesarios antes de empezar cada proyecto, porque eso es previsión del riesgo. Y previniendo el riesgo, los proyectos surgen técnicamente mejor.
Y siempre, siempre, se trata de priorizar
Priorizando convertimos una solicitud en una conversación sobre lo que es más importante. “Si, me encantaría poder hacerlo, pero ¿qué deberíamos reemplazar de la lista de prioridades?”.
No me estoy refiriendo a eliminar ni a sustituir una tarea por otra sino a despriorizarla. Y esto como es obvio, dependerá de muchas variables. Tiempo, presupuesto, recursos, etc.
Por supuesto, todo esto requiere que tengas una lista de prioridades, algo que recomiendo mucho. Clasifica tu trabajo en términos de urgencia e importancia. Comparte la lista con las partes interesadas y asegúrate de que esté fuertemente vinculada a un roadmap y que se actualice con regularidad.
Si haces un buen trabajo con esto, cuando llega una petición es mucho más sencillo evaluarla en comparación con lo que hay en el backlog. Y, como nunca todo es tan idílico, siempre tendrás “peticiones ejecutivas” de las que no hay que preocuparse, porque solo significa que pasan al principio de tu lista. Todo lo demás sigue quedando relegado como estaba.
Como siempre, algunas conclusiones
A todos nos gusta pensar que el mejor argumento es el que finalmente gana y si el tuyo es mejor, no importa lo que pase, debes decir no, cuando en realidad, no funciona así. Recuerda que un buen no puede parecer un sí.
Lo más importante es explicar por qué dices que no. Si lo haces de forma clara y reflexiva, es posible que la otra persona no esté de acuerdo, pero por lo general respetará tu decisión.
E incluso, es posible que la conversación pueda derivar en una nueva idea que sea productiva para ambas partes. Aunque, como en todo, hay ocasiones en las que al fin y al cabo hay que dar golpe, un no fuerte y contundente.
Y nada más, por ahora, nos leemos en 15 días.
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Gracias.
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Una frase
La mejor manera de tratar los obstáculos es usarlos como peldaños. Enid Blyton
Se aprende con la edad? 😃